Interes GeneralNacionales

«La prostitución y la trata nos deja podridas por dentro»:

La pobreza, la falta de recursos, la dejadez del Estado y la complicidad de la sociedad en su conjunto, son el cemento con el que se construye el sistema prostitucional. Un gran negocio que lucra con la explotación de mujeres en todo el mundo. Tal como explica Alika Kinan en esta entrevista a Público, «un delito económico que daña y ultraja la dignidad humana«.

Esta argentina es la primera superviviente de la prostitución que consiguió sentar en el banquillo y condenar a su tratante y también al Estado por los años de explotación, por la tortura sufrida. Una condena que, como afirma, ha comenzado a cambiar el destino de las víctimas de estos delitos en Argentina.

Convencida abolicionista afirma no entender el debate sobre la libertad de las mujeres a disponer de sus cuerpos. «Yo estoy absolutamente a favor de que las mujeres podamos decidir sobre nuestros propios cuerpos. Por eso estoy en contra de la prostitución. Porque ahí ya no decidimos nosotras sobre nuestros cuerpos. Decide quien paga. Decide el mejor postor», afirma. Desde hace años dirige al fundación Alika Kinan contra el proxenetismo y es, además, Directora del programa de estudio, formación e investigación sobre la trata de personas de la Universidad Nacional de San Martín de Buenos Aires.

-Usted fue captada y prostituida durante 16 años en el sur de Argentina. ¿Cómo cae una chica joven en estas redes?

-Los 16 años no fueron sólo en el sur de la Argentina. Ni fueron siempre en el mismo prostíbulo. De hecho yo estuve ocho años viviendo aquí en España en condiciones de esclavitud sexual. Gran parte de estas mujeres están en una situación de pobreza absoluta. Hablar de trata nos pone en la cabeza la película de Liam Neeson (Venganza) … el secuestro violento, la mujer en los países del este… Pero en realidad no es así. La mayoría de las veces no es un secuestro y no es una mujer absolutamente sodomizada que pone resistencia y entonces la drogan. Habitualmente los mecanismos que tienen las organizaciones criminales son mucho más sutiles y menos violentos. Utilizan otras formas de sodomización y de coaccionar a la víctima.

Latinoamérica es una región que está permanentemente en crisis. Ahora le podemos sumar toda la crisis migratoria de las desplazadas venezolanas. Y todo este derrame de mujeres no hace más que acrecentar una problemática social que es bastante antigua, que es las mujeres tratando de subsistir. Mujeres en las calles, mujeres en búsqueda de ayuda, con crías, que tratan de poner un plato de comida en la mesa. Mi situación fue esa. En el año 1995, mis padres se habían separado y no se hablaba de ayuda alimentaria ni nada por el estilo. Yo me quedé al cargo de mi hermana y sin ningún tipo de recursos. Fue muy fácil que las organizaciones criminales me detectaran entendiendo que era una víctima «viable» para ser explotada sexualmente y que no oponga resistencia. Yo a los 16 o 17 años no buscaba la prostitución. No buscaba hombres ricos para que me compren un auto o un departamento. Buscaba trabajo y no sabía cómo. A mí me detectaron y me dijeron: «¿Estás buscando trabajo? Sos muy linda y podés ganar mucho dinero».

Esto es lo que sucede básicamente en Latinoamérica y es la forma en que somos fácilmente captadas, trasladadas y explotadas sin ningún tipo de resistencias. Pensar que la trata de personas es el secuestro, que viene una furgoneta blanca… es una ilusión que tiene que creer la sociedad para sentir que no tiene responsabilidad. Pero no es así. Hay una responsabilidad estatal y una complicidad por parte de la sociedad que ve los burdeles, ve los prostíbulos y ve entrar y salir mujeres permanentemente. Yo tenía llave de donde era explotada sexualmente y entraba y salía. Pero ¿a dónde iba a ir?

-Entrar, como dice, es sencillo. ¿Salir es difícil?

-Entrar en los circuitos prostituyentes es fácil, sobrevivir al sistema es lo complejo. Pero salir de la explotación sexual y de la trata de personas requiere de un compromiso titánico por parte de la víctima. Porque tenemos una sociedad estigmatizante, una sociedad que no se compromete y también un Estado con funcionarios y funcionarias con escasa formación. Tan escasa que roza la estigmatización a la víctima, que provoca una revictimización. La víctima viene de un abandono estatal y que nuevamente se encuentre con los impedimentos de poder reinsertarse socialmente es complejo. Por eso hace falta muchísimo acompañamiento.

Una ley de trata o de explotación sexual necesita de muchísimo acompañamiento estatal, de los municipios, de las agencias internacionales. Necesitamos el compromiso de una sociedad para poder salir. Porque la responsabilidad no es de la víctima, sino de todos y de todas.

-Usted fue la primera persona que consiguió una condena hacia su proxeneta y al Estado

-Sí. Es la primera vez que una víctima logra. Yo tuve los elementos y el acompañamiento para poderlo hacer: familiar, emocional, psicosocial y sobre todo un acompañamiento económico para poner esa demanda. Son muy pocas las víctimas que pueden avanzar en este tipo de demandas, porque están solas, porque la familia las culpabiliza de su propia explotación, y por no tener recursos económicos que sigan manteniendo al grupo familiar. Hay que recordar que esto se produce en situaciones muy adversas de pobreza, de desplazamiento forzado, de crisis migratorias en busca de proyectos de vida dignos. Porque esto también hay que señalarlo. La víctima no sólo necesita recursos económicos y un acompañamiento psicológico, necesita de protección. Porque a lo que nos estamos enfrentando es a uno de los delitos más graves que hay en la humanidad. Y la gravedad no es ni más ni menos por la finalidad que tiene: el enriquecimiento. Es un delito económico que daña y ultraja la dignidad humana. En general no podemos llegar a denunciar, porque o nos matan por el camino o perdemos la vida en el intento o porque tenemos tanto miedo que es imposible avanzar contra los proxenetas.

-¿Qué pasó tras ese triunfo judicial? ¿Qué impacto tuvo?

-Supuso un cambio en el destino de las víctimas en Argentina. Yo fui la primera que hizo un reclamo económico por los años de explotación, por la tortura sufrida. Esto era inédito en Argentina, en Latinoamérica y en el mundo entero. Y a partir de ese momento se pudo empezar a pensar en que los jueces y las juezas indemnicen de forma espontánea a las víctimas de delito de trata. Es un hito histórico en lo que son los sistemas de reparación por prostitución, por trata de personas o explotación sexual. Ese fue el logro más importante y es por el que en Estados Unidos me reconocen como heroína. En cuanto a mi vida, ya cambió desde el momento en el que fui rescatada, cuando me reuní nuevamente con mis hijas. Mi vida cambió cuando al ser rescatada pude realizar un proceso de reflexión sobre qué es lo que había vivido, cómo lo había vivido y por qué había vivido eso. Pasé por diferentes estados: por el sufrimiento, el dolor, la frustración de no poder encontrar una representación legal, de un acompañamiento en ese camino hacia el acceso a la justicia de las víctimas de trata.

Luego llegó ese maravilloso proceso que es la resiliencia, el empoderamiento, el decir: puedo, lo conseguí. Asegurarme de que nunca más iba a faltar un plato de comida sobre la mesa. Asegurarme de que mis hijos e hijas puedan ser educados dignamente sin tener que arrodillarme ante nadie. Porque mi exmarido lo que pretendía era eso: la súplica. Esa pérdida de dignidad, de derechos para acceder a algo que es un derecho para mis hijas. Lo que vivimos muchas veces las mujeres es esta violencia vicaria donde se hace daño a los hijos y a las hijas para someter a las madres.

-¿Se casó en el tiempo en el que ejercía la prostitución?

-Yo lo conocí a él en Tierra del Fuego en un prostíbulo, mientras él pagaba por sexo en un momento en el que yo tenía idealizada y romantizada la figura de ese hombre que te rescata dentro de un burdel. Si bien no estaba enamorada y no pensaba en el amor en ese momento, sí lo vi como una oportunidad para salir de esa situación de explotación que yo no había elegido y en la cual no quería estar. Fue una oportunidad de salir del sistema. Él canceló toda la deuda en el prostíbulo. Lo pagó con todas las tarjetas de crédito que tenía y al cabo de unos meses yo estaba aquí en España con esa fantasía de haber salido del sistema prostituyente tan fácil y de forma casi gratuita. Pero nada es gratis. Viajé con 2.500 dólares que se los di a él cuando llegué. Estuvimos dos meses de vacaciones pero como él no tenía trabajo me dijo: acá a la vuelta hay un prostíbulo. Y ahí terminé yo.

-¿Qué secuelas deja la prostitución y la trata?

Nos deja vacías. Nos deja a oscuras. Nos deja tristes. Nos deja con enfermedades, con dolor. Nos deja sin deseo y sin placer. Nos deja absolutamente podridas por dentro, en todos los sentidos, en el literal y en el metafórico. Nos deja con un cuerpo para sanar y con todo un proceso psicológico durísimo por delante para dormir en paz, de un tirón, para dormir sin pesadillas, sin sueños. Nos deja con ese pendiente de los reclamos de la familia: «¿Por qué dejaste de enviar dinero? ¿Por qué ya no más? ¿Por qué ahora no?». Porque seguimos siendo pobres. Porque no hay ninguna mujer que sea rica en situación de explotación sexual. Nos deja con esa tarea de vida por parte de las madres de dar respuestas a nuestras hijas. Y responder a sus preguntas.

Es la parte más difícil. La de dar esa respuesta a mis hijas. No sabía qué decirles. Era ese dolor, esa vergüenza, y no sabía qué responder. Yo sé que lo hice bien. Pero al principio no sabía qué decir, por mi propia ignorancia. Sí que había respuestas pero no sabía cómo ubicarlas. ¿Dónde las ponía? Cómo armo todo esto que está tan desarmado. Es como si estuvieras jugando al bowling  y eres parte de ese escenario y que te despedazaron en mil pedazos. ¿Cómo juntás todo eso?

-¿Cómo fue su toma de conciencia cuando decidió salir? ¿Qué influyó?

-Algo fundamental en esta parte de mi historia, que fue el camino hacia el acceso a la Justicia, fue mi primer declaración. Que fue espantosa, un horror. Yo fui a declarar un día y medio después de haber sido rescatada en este procedimiento que había realizado Gendarmería, el Estado nacional, para acabar con los prostíbulos y yo no tenía mucho que decirle a la fiscal. Cuando entro a declarar estaba la fiscal, alguien que tomaba notas y un abogado que entraba y salía y que decía «este caso es de manual»… La psicóloga me acariciaba la mano porque sentía la necesidad de acompañarme, de protegerme. Y yo no entendía de qué era víctima. Esta es la gran ignorancia que tienen las víctimas en estos procedimientos. Y es la falta de condiciones para explicarle a la mujer que es la víctima de un delito de trata.

Yo solo pensaba que era víctima de que me habían cerrado el prostíbulo. No. Era víctima de un delito gravísimo. De un delito de lesa humanidad. El cual yo desconocía. Por eso hoy hago lo que hago pensando en la víctimas, en la formación, pensando en todos los procesos de educación que tienen que pasar todos los que acompañan a las víctimas para que las atiendan de forma adecuada, sin revictimizar y que cuando declaren tengan la suerte de que les pase como me pasó a mí. Declarar durante cuatro o cinco horas y que pueda revisar su propia historia. Revisar su procedencia. Revisar que fue víctima de múltiples violencias para terminar en una muchísimo peor, que es la prostitución. Yo ni siquiera podía decir prostituta en el momento en que me rescataron. Me sacaban de un prostíbulo y yo negaba la situación de prostitución. No sólo negaba mi condición de víctima de trata, sino la finalidad por la que yo había sido reclutada. Había una disociación tan grande que sólo se apoya desde la ingesta de alcohol, desde las drogas…

-¿Fue en esa charla con la fiscal cuando comienza a darse cuenta de lo que había vivido?

-Una de mis compañeras en el prostíbulo siempre se emborrachaba y les gritaba a los hombres que eran unos degenerados que venían a violarnos. El proxeneta la sancionaba y el resto la mirábamos como a una loca. Con el tiempo, le terminamos dando la razón y dándonos cuenta de que realmente iban al prostíbulo a violarnos y a hacer lo que querían con nosotras. Nos daban el dinero para cubrir ese ataque sexual que sufríamos. No solo por el tema del consentimiento, sino por lo que hacían con nosotras, por el tipo de prácticas. La cantidad de veces que teníamos que practicar las felaciones; cómo se sacaban el profiláctico; la falta de respeto cuando eyaculaban, que nos apuntaban y disparaban… era un dominio del varón hacia la mujer, pero con la necesidad de humillarla en ese acto. ¿Quién puede controlar eso?

Porque puedes llegar a consentir por dinero que te accedan vaginalmente, pero cuando te das vuelta y se sacan el profiláctico y te acceden analmente, ¿qué haces? ¿Cómo lo detienes? Y no es que nos pasó una o diez veces, nos pasó muchísimas, a todas. Eso no lo puede controlar el Estado ni nadie. Los hombres tienen que empezar a tomar conciencia de que no se puede pagar por violar.

Simplemente eso. Es uno de los delitos sexuales más graves y lo tomamos como si hubiera que imponer una multa como un mal estacionamiento, tanto en América Latina como en Europa. No debemos permitirlo ni consentirlo como mujeres.

-Decía que las víctimas del proxenetismo entran por la pobreza. ¿En algún momento se sale de ella?

-No. Las mujeres en situación de explotación sexual y prostitución siempre decimos, y a quienes han sido prostituidas les va a sonar, que solo «un año». Siempre nos planteamos esa meta. Junto dinero en un año nada más y salgo. Y el propio sistema nos atrapa adentro. Nos endeudamos, nos atrapan las drogas, el alcohol, los chulos, nos atrapa el propio sistema que tiene la prostitución para que la mujer no pueda salir de esa situación. Nosotras recibíamos el 40% de lo que producíamos y de eso nos descontaban vivienda, productos de limpieza. Muchas veces al romperse los profilácticos teníamos que pedir dinero para hacernos un aborto, que era carísimo porque no era legal en ese momento. Hay todo un sistema de endeudamiento que está diseñado para que la mujer esté atada siempre hasta que no sirva más y queden excluidas del sistema.

-En el debate sobre si abolir o no la prostitución, hay muchos que argumentan que las mujeres tienen que tener libertad para decidir qué hacer con sus cuerpos ¿Qué opina sobre esto?

-Yo estoy absolutamente a favor de que las mujeres podamos decidir sobre nuestros propios cuerpos. Por eso estoy en contra de la prostitución. Porque ahí ya no decidimos nosotras sobre nuestros cuerpos. Decide quién paga. Decide el mejor postor. Hemos sido expuestas a subasta, a la compra y venta de forma permanente de nuestras capacidades sexuales y lo voy a llamar así, porque a veces el propio sistema prostituyente nos trata como si fuéramos solo una boca, como si solo fuéramos una vagina o un ano. Como si todo esto fuera independiente de nuestra integridad sexual. Poder hablar de que las mujeres podamos decidir sobre nuestros cuerpos significa que nosotras decidimos desde nuestra propia integridad como seres humanos, como mujeres. Y eso también significa que nada de nuestro cuerpo esté a la venta. Que nada pueda ser diseccionado como si compraras un pedazo de carne en la carnicería.

Somos una integridad y elegir sobre nuestros cuerpos también significa entender que hay mujeres que están oprimidas por el propio sistema, por la propia pobreza. Por el propio daño que producen los delitos sexuales en la infancia y en la adolescencia, entendiendo que el 82% de las mujeres que están en el sistema prostituyente sufrió algún abuso o alguna violación en su infancia. Esto significa que nuestro consentimiento está viciado.

No podemos pretender que una mujer decida por la integridad de todas las mujeres. Que haya 50 mujeres en España o en el mundo que decidan libremente ejercer la prostitución, eso no significa que cualquier mujer tenga que tener precio. Pero que una tenga precio significa que todas lo tenemos. Y eso es absolutamente contrario a la libertad.

-Muchos partidos políticos que en España subieron a la tribuna del hemiciclo para debatir sobre la abolición del proxenetismo hicieron una distinción muy clara. Con la trata estamos todos de acuerdo en prohibirla. Con la prostitución, no. ¿Qué reflexión le sugiere esto?

-Me gustaría sentarme con cada uno de ellos y preguntarles cuál es la diferencia. Cuando la trata de personas es un delito económico que como finalidad tienen la prostitución. ¿Cuál sería la diferencia? Los tecnicismos de cómo es reclutada una mujer? ¿Lo van a controlar ellos acaso? No hay forma de poderlo controlar. La línea es demasiado delgada. Y durante demasiados miles de años las mujeres hemos estado bajo el yugo de los varones. Es hora de que podamos optar a formas de vida que nos dignifiquen y que realmente nos enorgullezcan. Y que esto sea también extensivo para nuestros hijos y para nuestras hijas. Una sociedad justa es una en la que las mujeres están en condiciones igualitarias que los varones. Yo no veo varones prostituyéndose. Mujeres hay muchísimas. Tenemos que tener un piso de garantías y de dignidad para todas las mujeres. Y por eso tenemos que abolir la prostitución. Es fundamental.

-¿Qué elementos clave considera que debe tener una ley que prohíba el proxenetismo?

-Una ley anti-trata, contra el proxenetismo y la tercería locativa debe pensarse desde el compromiso de qué vamos a hacer el día después con las mujeres que se rescaten. Porque los prostíbulos los vamos a cerrar y clausurar y castigar a los proxenetas. Pero lo que no podemos hacer es condenar a las mujeres víctimas a la pobreza y a ser revictimizadas por otras organizaciones criminales.

Es crucial que existan políticas públicas, políticas de Estado. Es decir, la decisión política de un país para restituir derechos a las víctimas, pero también qué vamos a hacer con los países que nos rodean. Los sistemas fronterizos son sumamente importantes y que haya controles migratorios, pero también tiene que haber un compromiso de que las mujeres que fueron rescatadas en el país, no vayan a ser nuevamente captadas por otros países, como por ejemplo en este caso Holanda, para ser explotadas. Es gravísimo que las mismas mujeres que fueron explotadas aquí fueran captadas por estas redes de Holanda o incluso de Suiza para seguir explotándolas allá. Necesitamos una Europa abolicionista. No solamente España. Necesitamos una Latinoamérica abolicionista. No solamente Argentina. Si queremos combatir el delito necesitamos del compromiso de los países que, por supuesto, no deben recepcionar a mujeres que vengan por las redes de trata.

fuente: PAGINA12

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