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Lo detienen por un brote psicótico y se ahorca en la celda

El hecho ocurrió en una comisaría de Martínez. Dudas y misterio en torno a dos efectivos policiales.

Un hombre de 36 años que fue demorado en la calle porque tuvo un brote psicótico, se ahorcó en los calabozos de la comisaría de Martínez Oeste donde le habían dicho a la familia que lo iban a cuidar hasta que ellos encuentren un lugar de internación.

Lo paradójico del caso es que la víctima se colgó con su cinturón del parante de la cámara de seguridad que monitoreaba los calabozos y, para alcanzarla, usó además la silla donde debía estar sentado el policía que cuida a los detenidos.
Por el caso, se investiga el accionar negligente de dos policías, el oficial de servicio y el imaginaria que estaban a cargo del cuidado de la víctima y, actualmente, se encuentran investigados.
«Es una irresponsabilidad absoluta por parte de la policía haber dejado a un hombre desequilibrado en un calabozo, solo y con el cinto y una silla. Vamos a investigar a fondo», dijo José Vera, el abogado que representa a la familia de la víctima.
Fuentes judiciales y policiales informaron que el hecho ocurrió el pasado 20 de julio en la seccional 10a.de San Isidro, con sede en Martínez Oeste. Hasta allí llegó demorado Gabriel Alejandro González (36), un vigilador privado que había tenido una discusión en su empresa y había ocasionado unos disturbios en la calle, razón por la cual se dio aviso a la policía.
Cuando llegó el patrullero, los policías encontraron a González semidesnudo, hablando incoherencias y lo trasladaron hasta una clínica psiquiátrica donde diagnosticaron que estaba agresivo porque sufría «alucinaciones acústicas complejas», según consta en el expediente al que tuvo acceso Télam.
Tras esa primera revisión, la policía llevó a González a la comisaría de Martínez Oeste y, desde allí, se contactaron con la familia.
Los policías le dijeron a la familia que no se podían llevar a González a su domicilio porque era peligroso y que se iba a quedar en la seccional hasta tanto ellos encontraran un lugar de internación.
González fue alojado, aislado de los nueve presos que había en ese momento, en el sector de los calabozos que se llama «lugar de resguardo» y que es el pasillo, también enrejado, donde suele estar el imaginaria cuidando a los detenidos.
Al día siguiente, a media mañana, González apareció muerto, ahorcado con su propio cinturón, el cual había anudado al parante de la cámara de seguridad que enfoca a los calabozos.
Incluso, para poder acceder a los 2,04 metros de altura donde estaba anclado ese soporte de la cámara, usó la silla de plástico del imaginaria, que por lo que se supo, nunca estuvo vigilando a González ni a los presos.
Tampoco advirtieron por el circuito de video cuyos monitores están en la oficina del oficial de servicio, que González se preparaba para el suicidio. El cadáver apareció caído en el suelo y colgando del cinto, la cámara y sus cables porque aparentemente el soporte no aguantó el peso del cuerpo y se desprendió de la pared.
Los policías recién advirtieron lo sucedido por el grito de los otros nueve presos que escucharon el estruendo de cuando se rompió la cámara y el cuerpo cayó al piso.
Por el caso se abrieron dos causas judiciales: por un lado, el fiscal de Martínez Jorge García investiga el suicidio de González y por el otro, el fiscal de Boulogne Sergio Szyldergemejn evalúa el accionar y la responsabilidad de los policías en la muerte.

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